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  • Lot n° 108 PEDRO ORRENTE Murcia (1580) / Valencia (1645) "Retrato de caballero con golilla", h. 1620 Óleo sobre lienzo. En el reverso, adherida al bastidor, etiqueta de la Junta Delegada de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. Antigua inscripción a tiza “Albiz”.   Procedencia: Colección de María Josefa Gutiérrez-Maturana y Matheu-Arias-Dávila, Condesa de Albiz (hasta 1981); de ahí por sucesión hasta sus actuales propietarios.   Los retratos han cumplido desde su origen una función legitimadora, en la que la persona retratada mostraba con orgullo su linaje y rango social. En la pintura española del Siglo de Oro el retrato dejó de ser un patrimonio exclusivo de las clases dirigentes gracias a que se genera un nuevo concepto de “retratabilidad” y nueva valoración de la “virtus”, en la que cualquier persona era merecedora de ser retratada en función de sus virtudes personales, como pueda ser una vida ejemplar, su integridad moral o la brillantez en el trabajo. El propio Francisco Pacheco expresa en su tratado que la nobleza y el linaje habían dejado de ser los principales valores para que alguien pudiese ser retratado.   Uno de los ejemplos más relevantes es el de los “Ingenios” de Van der Hamen (1596-1631). El año de su muerte se inventariaron entre sus bienes veinte retratos en busto de personajes ilustres, concebidos como un grupo en sí mismo, en el que estaban representados diferentes literatos del Siglo de Oro español, como Quevedo, Góngora, Lope de Vega o Ruiz de Alarcón. Los ejemplos conservados de esta serie presentan unas características similares a este retrato, que debió ser realizado en una cronología próxima, hacia la década de los veinte. Todos poseen a rasgos generales unas mismas características en la que los personajes están representados en busto o de tres cuartos, emergiendo sobre un fondo neutro y con alguna inscripción o texto alusivo a su identificación. Estas obras quedaban agrupadas en las grandes colecciones del Seiscientos, dentro de galerías dedicadas a hombres ilustres. Un ejemplo es la que el Marqués de Leganés tenía en su villa de Morata.   Desconocemos la identidad del personaje aquí representado y el único dato que conocemos de éste, gracias a la inscripción que figura en la parte superior, es que tenía 57 años en el momento de ser pintado. Su ropa negra sobre el fondo neutro hace que su rostro destaque y concentre toda la atención de la obra. El tratamiento pormenorizado de sus facciones y su naturalismo nos lleva a pensar en que es un retrato tomado directamente del natural. La cartela con la inscripción en latín “Initium sapientiae timor Domini” (El principio de la sabiduría es el temor de Dios), extraída del libro de los Proverbios (9:10), fue usada en ocasiones como lema en instituciones religiosas o educativas, por lo que el retratado debió dedicarse a estos mismos menesteres. El tipo de pinceladas cortas y sueltas que moldean los mechones de sus cabellos y el pelo de la cara, el empaste cromático empleado en las carnaciones del rostro, el dibujo de los ojos perfilando con blanco el párpado inferior y el tratamiento del fondo nos llevan a atribuir la pintura a Pedro Orrente. De este se conocen algunas obras muy próximas en su concepción y en las que puede apreciarse la misma técnica como el Autorretrato del Museo del Prado, que perteneció a los Duques de Montpensier (P003242) y el Retrato de caballero con golilla, procedente de una colección nobiliaria valenciana, que hace algunos años pasó por el comercio. La misma técnica y tipos se aprecian en algunos personajes de sus grandes composiciones del periodo toledano, como el Milagro de santa Leocadia de 1616.     Medidas: 90,5 x 69,5 cm.

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